Bibiana y la vaca argentina
Existe un método llamado “cultivo in vivo heterólogo” mediante el cual sería posible transportar toda una ganadería desde Argentina a La Mancha o a Galicia en un avión, empleando el espacio que ocupa un puñado de conejos. Si un ganadero manchego deseara comprar una ganadería bovina argentina para engordarla y producir carne gaucha en sus pastos, no sería necesario que las rubias terneras hicieran una larga travesía por mar, a un precio desorbitado; podría usarse un sistema mucho más barato para transportar un gran número de vacas vivas, consistente en fecundar in vitro óvulos de las rumiantes escogidas en la llanura pampeana, con el esperma de sementales de calidad, e implantar varios de estos óvulos en el oviducto de una coneja; cada coneja sería la madre temporal de un cierto número de terneras; las conejas se trasladarían en la bodega de un avión y a su llegada a España, los embriones se reimplantarían en vacas extremeñas o asturianas que, a su debido tiempo, alumbrarían hermosos ejemplares de vaca argentina. Como resultado tendríamos en España una cabaña completa de vacas americanas, hijas adoptivas de conejas porteñas y vacas hispanas.
En su curioso periplo, el embrión bovino nunca habría conocido el útero de su progenitora, habría pasado del porta del microscopio en el laboratorio a un hospedaje cunícola y de ahí nuevamente a otro laboratorio y a un útero vacuno íbero. Es curioso, a lo largo de todo este proceso, todos los intervinientes tienen claro que, desde que el hábil técnico de laboratorio bonaerense consigue que un espermatozoide selecto alcance el óvulo bovino, en el frío cristal del laboratorio, aquello es una ternera, que se paga a precio de ternera y que, se desarrolle donde se desarrolle, terminará en el lugar deseado, pastando lejos de su pampa de origen. Es una Charolais, Heresford o Aberdeen Angus desde que es concebida, hasta que termina en la parrilla de cualquiera de los afamados restaurantes argentinos de cualquier lugar del mundo.
La fertilización in vitro en humanos hace tiempo que se emplea para resolver problemas de infertilidad, incluso en algunos países es legal hacerlo mediante madres de alquiler. Pero, por lo que parece, Bibiana no está dispuesta a conceder al ser humano el mismo reconocimiento que se le otorga a la vaca argentina, según ella, nosotros no somos seres humanos desde el momento de la concepción, al parecer, en las primeras semanas simplemente somos “seres vivos”, partes del cuerpo de la mujer hospedadora, que es libre de hacer con ellas lo que le plazca. Si antes de ese periodo, en que la ministra cree que no somos seres humanos, fuéramos transferidos al útero de una coneja y transportados a otro país, y de ahí retransferidos al vientre de una simpática bonoba (especie de simio africano de costumbres muy humanas), seguramente creerá que esta antropoide dará a luz un ser peludo, híbrido entre conejo y chimpancé, pero no humano, pues nunca habría adquirido tal condición ¿qué se le pasaría por la cabeza a la nulípara Bibiana, cuando viera que, por la vagina dilatada de la mona, asoma la cabeza de un lindo bebé capaz, si se le da la ocasión y el tiempo necesario, de superar incluso la E.S.O., con el mismo éxito que cualquier joven parido por humana?
¿Podemos decir que, mientras el “ser vivo” hace su singladura por diferentes medios hacia el mundo exterior, es una parte del cuerpo de la coneja o de la bonoba? Creo que responder afirmativamente a esta pregunta supone, lisa y llanamente, renunciar a pensar, resignarse ante el totalitarismo gobernante y conformarse con sobrevivir, al mejor estilo del 1984 de George Orwell o del mundo feliz de Aldous Huxley.
¿Podemos decir que, mientras el “ser vivo” hace su singladura por diferentes medios hacia el mundo exterior, es una parte del cuerpo de la coneja o de la bonoba? Creo que responder afirmativamente a esta pregunta supone, lisa y llanamente, renunciar a pensar, resignarse ante el totalitarismo gobernante y conformarse con sobrevivir, al mejor estilo del 1984 de George Orwell o del mundo feliz de Aldous Huxley.
El aborto es, en el mejor de los casos, el fracaso de toda la sociedad, ni siquiera el más desalmado diría que se trata de algo bueno y deseable, y creo que en eso podemos estar todos de acuerdo. No debemos sucumbir a la tentación de seguir el camino fácil y ponernos una venda en los ojos mientras no damos más alternativas que la de deshacemos de los embriones molestos. Seamos honestos, seamos progresistas y trabajemos en pro de la vida; tenemos el deber de proteger y ayudar a las mujeres embarazadas y de proponer alternativas que les permitan colmar sus aspiraciones y compaginar su embarazo con el cumplimiento de sus expectativas personales, para alcanzar una vida plena y fructífera. ¡No podemos renunciar a andar ese camino!