Ciencia y periodismo, periodismo y ciencia
No tengo la menor idea de si fue el dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht (1898-1956), o el médico revolucionario argentino, nacionalizado cubano, Ernesto Che Guevara (1928-1967), o el pintor y escritor suizo Friedrich Dürrenmatt (1991-1990), el primero que escribió algo muy parecido a esto: "Tiempos desgraciados son aquellos en los que hay que explicar lo obvio". Seguramente los tres, muy citados si uno busca la frase, como tantos otros antes o después, sufrieron al ver como a su alrededor lo obvio parecía ser inalcanzable para el común de los mortales.
Mucho antes que ellos, el físico inglés Isaac Newton (1623-1747) tuvo que empeñarse en explicar una y otra vez hasta la extenuación, que el hecho cotidiano de la caída de una manzana madura del árbol hacia el suelo, algo que había ocurrido millones de veces frente a millones de observadores desatentos en la historia de la humanidad, incluida Eva en el paraíso terrenal, era el resultado de una fuerza de atracción. De lo contrario, al soltarse el fruto prohibido de la rama podría volar hacia un lado, quedarse quieto donde estaba o incluso caer hacia arriba. Pero no, siempre, siempre cae hacia abajo. Y funciona así para todo, para una pluma, un piano, un hipopótamo… es obvio.
Hoy todos pensamos que es indiscutible que existe una fuerza de atracción de cuerpos hacia el centro del planeta por el que deambulamos. Pero hasta que el autor de la Ley de la Gravitación Universal reparó en ello, nadie había visto caer una manzana madura con los ojos de quien quiere entender por qué tal cosa sucede siempre igual. Los que nos dedicamos a la educación a menudo necesitamos enseñar lo evidente. Por mucho que a Bertolt, Ernesto o Friedrich les soliviantase, pues si es obvio, no debería necesitar más aclaraciones ni esfuerzo de convencimiento. Pero no es así, nunca ha sido así, por extraño que parezca, en el aula no solo es necesario abundar constantemente en lo elemental, a menudo es decisivo para tener éxito en el propósito de educar y guiar las mentes para que en el futuro puedan pensar por sí mismas, libremente, mirando el mundo como lo miraba Newton, con curiosidad y preguntándose por qué.
Y ya que estamos, es una obviedad señalar que quienes aprenden a ver el mundo como Newton estarán en mejores condiciones de superar los retos que la vida les ponga por delante y de contribuir al progreso de la sociedad, pero ¿qué pasa con el resto una vez superada la etapa escolar? ¿quién se encargará de seguir intentando explicarles lo indiscutible para que puedan ver el mundo con mirada crítica? Pues desde mi punto de vista la respuesta, como la manzana, cae por su peso: no pueden ser otros que los profesionales de la información, creo que su responsabilidad en la formación de una sociedad civil libre y responsable es comparable a la de los que trabajamos en la enseñanza.
De poco le sirve a cualquier disciplina del saber, y especialmente a las científicas, el esfuerzo de buscar explicación al mundo que nos rodea si no es capaz de transmitir sus hallazgos a la humanidad de modo que se entiendan y sean útiles para mejorar la vida de sus congéneres.
Hoy el mundo está asolado por una pandemia provocada por un virus que está poniendo a prueba de nuevo todo los que hasta ahora dábamos por obvio, pero que otra vez se demuestra que no lo era tanto. La falta de explicaciones convincentes, de fuentes fiables, el exceso de información bien o mal contrastada, la facilidad con que las ideas más peregrinas se difunden y enraízan en las mentes más indefensas, la tentación del anzuelo fácil bajo la máxima de “no permitas que la realidad te arruine un buen titular”, o la inherente ambición de los políticos que manejan la situación con propósitos poco confesables, versiones a escala del Tirano Banderas de Valle Inclán, que quieren que la prensa escriba a su dictado… son factores que juntos pueden echar abajo los cimientos de la sociedad mejor preparada.
La capacidad de los medios, aún después del moderno advenimiento de las redes sociales, para establecer en el ideario público lo que debe considerarse importante o no es enorme y por ello es exigible que atiendan a la responsabilidad que eso conlleva y dediquen un mayor esfuerzo a explicar lo obvio, eso que la ciencia muestra, pero que solo sabe explicar bien, y no siempre, a los pares que revisan sus conclusiones.
Basta asomarse a cualquier red para ver los efectos en la población de las explicaciones que dan los expertos que de vez en cuando se asoman a los medios. La distancia entre lo que dicen y lo que el común de los mortales entiende es abismal, y es comprensible, en una entrevista de tres minutos es imposible explicar bien cualquier cosa a una ciudadanía atemorizada y centrada en sí misma, que ya tiene bastantes preocupaciones como para ocuparse otros asuntos públicos.
Terminada la etapa escolar, el relevo de la noble tarea del docente tiene que tomarlo el periodismo, los profesionales del periodismo son más necesarios que nunca y deben ser conscientes de la enorme responsabilidad que tienen en la superación de la crisis, proporcionando a la ciudadanía información completa, veraz y útil e insistiendo en ello una y otra vez, como hacemos los que a diario tratamos de explicar lo obvio en las aulas.
Ciencia y periodismo, periodismo y ciencia son en este momento más necesarios que nunca para dejar atrás esta terrible tragedia. Sin el trabajo de la primera es imposible vencer al virus y sin la labor de la segunda volveremos a caer en los mismos errores.