Obama vs. McCain
Las elecciones en los Estados Unidos de Norte América son siempre motivo de atención en el resto del mundo, casi como si los candidatos se presentaran a una elección global. Todos los países siguen con atención las campañas electorales y unos y otros toman partido de acuerdo con sus afinidades políticas y discuten sobre las repercusiones que el resultado tendrá en sus vidas. Así, en España, leyendo la prensa y los comentarios de los políticos más mediáticos, da la sensación de que McCain es el candidato del PP y Obama el del PSOE.
Nos gustan las cosas claras y el chocolate espeso, preferimos el camino fácil y las cosas sencillitas y simplificamos hasta el límite un fenómeno al que, en el fondo, somos bastante ajenos.
Muchos ingenuos creen que Obama es diferente a McCain, que traerá a España un nuevo marco de relaciones basadas en la "Alianza de Civilizaciones" de Rodríguez Zapatero, mientras que temen que McCain será un mero continuador de la política exterior de George W. Bush y, por lo tanto, fiel reflejo de una imaginaria derecha trasnochada.
Sin embargo hay diferencia abismales entre la política americana y la nuestra, para empezar, los fundamentos de su país no se discuten y son asumidos por todos. Su carta de independencia y su constitución son compartidas por los dos grandes partidos que se alternan en el gobierno y todos los americanos saben que esas bases fundamentales son intocables y lo vienen siendo desde 1787, voten a quien voten. Las 27 enmiendas a su constitución no son más que anexos en los que se limita el poder del gobierno, y se garantizan nuevos derechos y libertades a las personas, respetando las bases fundacionales, que quedan intactas. 220 años de historia han probado que son capaces de prosperar hasta convertirse en la primera potencia mundial sin variar el rumbo que marcaron sus fundadores.
Si uno lee atentamente el discurso de Obama ,en su proclamación como candidato demócrata, se da cuenta de que se diferencia muy poco del candidato McCain en lo fundamental, que es el patriotismo, bien entendido como amor a su país, y en el que él y el resto de los americanos han sido educados con orgullo. Son idénticos por lo que a la defensa de los derechos de las personas se refiere y no se distinguen si hablamos de salvaguardar a su nación de las amenazas exteriores, por poner algunos ejemplos.
España, cuya democracia apenas ha recorrido 30 años, está muy lejos de alcanzar el grado de estabilidad que tienen los EE.UU. y, por tanto, de entender su idiosincrasia. Nos conformaremos con las migajas que el vencedor, sea uno u otro, deje caer sobre nuestra mesa y, si gobierna McCain, diremos que es la derecha cavernícola del PP y si gana Obama agradeceremos las mismas migajas como si fueran el logro de una política progresista del PSOE sin darnos cuenta de que ellos siguen siendo los mismos y nosotros aún no sabemos lo que somos.
Cada vez es más urgente la tarea de empezar a construir España sobre la base de los derechos y libertades de las personas y olvidarnos de los delirios de personajes que no son más que anomalías históricas que, como palos en nuestras ruedas, nos impiden avanzar y ocupar el lugar que merezcamos en el mundo. Hay que ser valientes y terminar de definirnos y, una vez aclarado el asunto, convertirlo en cimiento de nuestro futuro. Así, dentro de 190 años, quizá ser español sea algo de lo que sentirse orgulloso, dentro y fuera de sus fronteras y no sólo tras alguna victoria deportiva.
Por lo que a mi respecta, me gusta Obama, sobre todo por lo que se parece a McCain.