Bien, pero pensar pienso
¡Ay pensar! En una época vigoréxica, donde todo vecino que
se precie ejercita el cuerpo de mil maneras, parece que nos estamos olvidando
de ejercitar la mente. Frecuentemente en mis clases pongo a los asistentes en
algún aprieto, con preguntas para que piensen, cuestiones para cuya respuesta
no se necesitan demasiados conocimientos previos, sino más bien un poco de
pausa, observación y algo de prueba y error, hasta dar con la solución.
Normalmente, al principio, obtengo como resultado un grupo de ojos muy
abiertos, apuntando hacia mí con gestos que si hablaran no dirían nada bonito,
acto seguido alguien se lanza y el resto le sigue profiriendo todo tipo de contestaciones,
algunas al azar, esperando acertar en la creencia de que busco simplemente una
respuesta correcta, y otros tratando de dar la que creen que me agradará, pero
en la mayoría de los casos simplemente renuncian a pensar, y no se dan cuenta
de que lo único que quiero es precisamente eso, que piensen por sí mismos. Para
tranquilidad de los que aún me leen, les diré que a lo largo del curso van
pillando mi intención y poco a poco empiezan a responder mejor, tras razonar, a
los ejercicios que les propongo.
Pensar es más duro de lo que parece, la prueba es la
cantidad de personas que aparentemente renuncian a ello y optan por seguir
cualquier corriente ideológica, facilona a ser posible, en busca de un acomodo
identitario que les permita ser reconocidos por los demás como un igual y de
paso, que les facilite identificar al resto como los otros. Eso lo saben muchos
profesionales de la política que se han aupado a los puestos de poder, en casi
todo el mundo, a base de fabricar eslóganes que nos reparten como píldoras
dogmáticas edulcoradas, desde el convencimiento de que los que recapacitan son
minoría y no pondrán en peligro su botín.
La ignorancia ha pasado a ser un valor cotizado, disfrazada
de corriente ideológica respetable mediante la oportuna categorización con cualquier
etiqueta que termine en “ismo”, porque no es lo mismo la ignorancia que el negacionismo
y así con toda naturalidad se ponen a la misma altura la astronomía y el
terraplanismo, se equiparan evolucionismo y creacionismo y se coloca la
estupidez al mismo nivel que el conocimiento y, desde una impostada neutralidad,
se anima un debate sin razones.
¿Pero qué clase de debate puede mantenerse entre quienes
ignoran algo y quienes lo conocen? Ninguno, es obvio, en circunstancias
normales una persona que ignora algo y es mínimamente honesta, lo reconoce y
busca donde o con quien adquirir ese conocimiento en una clásica relación
profesor alumno, donde no está uno por encima del otro, no busca cada uno
argumentos para tener razón, sino que en una correspondencia basada en la
confianza y el respeto, tratan de enseñar y aprender; pero no es eso lo que se busca,
si nos fijamos bien, lo que sucede es que la inteligencia al final se retira derrotada
del enfrentamiento, porque no se quiere aprovechar su valor, sino solo
agotarla, y de ese modo el desconocimiento encuentra su caja de resonancia y se
extiende sin barreras. A partir de ahí, ¡tonto el último! Todos se apuntan a la
corriente que más suena, no sea que me señalen como rarito.
Las últimas declaraciones de Victoria Abril, reputada y célebre actriz española y reconocida recientemente con el premio Feroz por sus colegas, lejos de haber sido ignoradas o cortadas de raíz por quien le dio la palabra, han sido tratadas con la máxima cortesía y difundidas por todos los medios sin calificarlas con claridad, si acaso solo como negacionistas, por ese pudor que en forma de falso respeto nos invade y al que eufemísticamente llamamos corrección política, pasando al debate, otra vez el debate, este sí feroz, entre partidarios y detractores, animado desde todas partes como si de ahí pudiera salir algo bueno.
Y no está sola nuestra compatriota, Toni Braxton, Robert de
Niro, Lisa Bonet, Miranda Makaroff, Alicia Silverstone, Rob Schneider, Jim
Carrey, Novak Djokovic, Miguel Bosé, Alaska, Ouka Leele, Andrea Bocelli, Ana
Arias, Donald Trump o Jair Bolsonaro se han sumado a la larga nómina de
celebridades que han aparecido en los medios poniendo en duda mucho de lo que
hoy conocemos sobre la covid.
Tengo todo el respeto del mundo a Victoria Abril y deseo
expresarle mi mayor reconocimiento a su larga trayectoria como actriz, en la
que ha dado vida a numerosos personajes, ideados por autores de cine y teatro,
personajes muy inteligentes en muchos casos que por la boca de la intérprete
profirieron pensamientos densos juiciosos y verdaderos, pero repruebo
enérgicamente lo que ha dicho sobre la covid y sus vacunas. Se debe respeto a
las personas, pero no a sus ideas, las ideas, creo yo, deben ser siempre
puestas en tela de juicio antes de ser adoptadas por el pensamiento y, si es
posible, debe hacerse con la ayuda de personas que sepan más que uno del asunto
que de esas, doy fe, hay muchísimas, aunque se las quiera arrinconar para que
no molesten al poder, y ciertas ideas deberían venir con prospecto, como las
vacunas, no para rechazarlas, especialmente las vacunas, sino para
administrarlas correctamente.
Una vez más todo mi reconocimiento a Victoria abril y al desgraciadamente
desaparecido Joaquín Salvador Lavado, alias Quino, de los dos se puede aprender,
aunque ninguno, como yo mucho menos que ellos, esté en posesión de la verdad,
bien, pero pensar pienso, o eso creo. Y en todo caso me reafirmo, que el
pensamiento no nos enfrente.
Comentarios
Publicar un comentario
Estimado lector, es para mi un placer que te decidas a escribir algo en mi blog, tan solo te recuerdo que ejerceré el derecho de moderación si creo que el comentario pudiera ser ofensivo.