Bien, pero pensar pienso

Cogito ergo sum, conocidísima máxima con la que René Descartes recordó hace más de 400 años que una buena prueba de la preexistencia del ser era que no se puede pensar sin antes existir, sin embargo yo soy más de leer y admirar al genial Joaquín Salvador Lavado, más conocido como “Quino”, el tristemente desaparecido creador de Mafalda, que tan profusa y apócrifamente se cita, y que en uno de sus otros libros dibujaba una tira en la que un hombre en primer plano recitaba: “pienso, luego existo”, mientras  al fondo, dos personas caminaban hacia él transportando una escalera; la siguiente viñeta, sin texto, muestra a la pareja, escalera en mano, pasando a través del protagonista que en la última ilustración dice resignado: “bien, pero pensar pienso”.

¡Ay pensar! En una época vigoréxica, donde todo vecino que se precie ejercita el cuerpo de mil maneras, parece que nos estamos olvidando de ejercitar la mente. Frecuentemente en mis clases pongo a los asistentes en algún aprieto, con preguntas para que piensen, cuestiones para cuya respuesta no se necesitan demasiados conocimientos previos, sino más bien un poco de pausa, observación y algo de prueba y error, hasta dar con la solución. Normalmente, al principio, obtengo como resultado un grupo de ojos muy abiertos, apuntando hacia mí con gestos que si hablaran no dirían nada bonito, acto seguido alguien se lanza y el resto le sigue profiriendo todo tipo de contestaciones, algunas al azar, esperando acertar en la creencia de que busco simplemente una respuesta correcta, y otros tratando de dar la que creen que me agradará, pero en la mayoría de los casos simplemente renuncian a pensar, y no se dan cuenta de que lo único que quiero es precisamente eso, que piensen por sí mismos. Para tranquilidad de los que aún me leen, les diré que a lo largo del curso van pillando mi intención y poco a poco empiezan a responder mejor, tras razonar, a los ejercicios que les propongo.

Pensar es más duro de lo que parece, la prueba es la cantidad de personas que aparentemente renuncian a ello y optan por seguir cualquier corriente ideológica, facilona a ser posible, en busca de un acomodo identitario que les permita ser reconocidos por los demás como un igual y de paso, que les facilite identificar al resto como los otros. Eso lo saben muchos profesionales de la política que se han aupado a los puestos de poder, en casi todo el mundo, a base de fabricar eslóganes que nos reparten como píldoras dogmáticas edulcoradas, desde el convencimiento de que los que recapacitan son minoría y no pondrán en peligro su botín.

La ignorancia ha pasado a ser un valor cotizado, disfrazada de corriente ideológica respetable mediante la oportuna categorización con cualquier etiqueta que termine en “ismo”, porque no es lo mismo la ignorancia que el negacionismo y así con toda naturalidad se ponen a la misma altura la astronomía y el terraplanismo, se equiparan evolucionismo y creacionismo y se coloca la estupidez al mismo nivel que el conocimiento y, desde una impostada neutralidad, se anima un debate sin razones.

¿Pero qué clase de debate puede mantenerse entre quienes ignoran algo y quienes lo conocen? Ninguno, es obvio, en circunstancias normales una persona que ignora algo y es mínimamente honesta, lo reconoce y busca donde o con quien adquirir ese conocimiento en una clásica relación profesor alumno, donde no está uno por encima del otro, no busca cada uno argumentos para tener razón, sino que en una correspondencia basada en la confianza y el respeto, tratan de enseñar y aprender; pero no es eso lo que se busca, si nos fijamos bien, lo que sucede es que la inteligencia al final se retira derrotada del enfrentamiento, porque no se quiere aprovechar su valor, sino solo agotarla, y de ese modo el desconocimiento encuentra su caja de resonancia y se extiende sin barreras. A partir de ahí, ¡tonto el último! Todos se apuntan a la corriente que más suena, no sea que me señalen como rarito.

Victoria Abril

Las últimas declaraciones de Victoria Abril, reputada y célebre actriz española y reconocida recientemente con el premio Feroz por sus colegas, lejos de haber sido ignoradas o cortadas de raíz por quien le dio la palabra, han sido tratadas con la máxima cortesía y difundidas por todos los medios sin calificarlas con claridad, si acaso solo como negacionistas, por ese pudor que en forma de falso respeto nos invade y al que eufemísticamente llamamos corrección política, pasando al debate, otra vez el debate, este sí feroz, entre partidarios y detractores, animado desde todas partes como si de ahí pudiera salir algo bueno.

Y no está sola nuestra compatriota, Toni Braxton, Robert de Niro, Lisa Bonet, Miranda Makaroff, Alicia Silverstone, Rob Schneider, Jim Carrey, Novak Djokovic, Miguel Bosé, Alaska, Ouka Leele, Andrea Bocelli, Ana Arias, Donald Trump o Jair Bolsonaro se han sumado a la larga nómina de celebridades que han aparecido en los medios poniendo en duda mucho de lo que hoy conocemos sobre la covid.

Tengo todo el respeto del mundo a Victoria Abril y deseo expresarle mi mayor reconocimiento a su larga trayectoria como actriz, en la que ha dado vida a numerosos personajes, ideados por autores de cine y teatro, personajes muy inteligentes en muchos casos que por la boca de la intérprete profirieron pensamientos densos juiciosos y verdaderos, pero repruebo enérgicamente lo que ha dicho sobre la covid y sus vacunas. Se debe respeto a las personas, pero no a sus ideas, las ideas, creo yo, deben ser siempre puestas en tela de juicio antes de ser adoptadas por el pensamiento y, si es posible, debe hacerse con la ayuda de personas que sepan más que uno del asunto que de esas, doy fe, hay muchísimas, aunque se las quiera arrinconar para que no molesten al poder, y ciertas ideas deberían venir con prospecto, como las vacunas, no para rechazarlas, especialmente las vacunas, sino para administrarlas correctamente.

Una vez más todo mi reconocimiento a Victoria abril y al desgraciadamente desaparecido Joaquín Salvador Lavado, alias Quino, de los dos se puede aprender, aunque ninguno, como yo mucho menos que ellos, esté en posesión de la verdad, bien, pero pensar pienso, o eso creo. Y en todo caso me reafirmo, que el pensamiento no nos enfrente.

Comentarios

Entradas populares