Misericordia

Tiempo atrás leí la novela de Galdós “misericordia”, coincidió la lectura con tiempos de bonanza, de crecimiento, de la recién estrenada europeidad de España y, en plena euforia del euro, con una nación que avanzaba a velocidad de crucero hacia la modernidad, codeándose con las grandes potencias y hablando de tú a los mercados (aún no los llamábamos así) en los foros económicos internacionales. Asistí a la narración de Galdós con la distancia física y temporal que imponían tanto la época que el narrador mostraba, como las circunstancias de la modernidad hispana del momento. Desde la pequeña atalaya de un ciudadano corriente de provincias, que miraba al futuro de su país con confianza, era difícil ponerse en la piel de Nina, la protagonista del relato, a pesar de la precisión con que el maestro del realismo mostraba la miseria del Madrid de entonces, sin dejar más espacio a la esperanza que el que la propia Nina sacaba del alma que alojaba su cuerpo torturado.

¡Qué lejos estaba aquel Madrid de la España que nos rodeaba en el momento de la lectura! El regusto amargo que me dejó la lectura de una historia que disecaba la miseria sin concesiones, que renunciaba en pro del testimonio al salvavidas de un final feliz, duró poco y la novela se fue perdiendo en un olvido del que me sacó “biutiful”, una película de Alejandro González Iñárritu, protagonizada por Javier Bardem; aquel Madrid, torturado de miseria y pobreza, que sobrevivía bajo la capa de una burguesía que lo ignoraba, y que creía perdido en el olvido de los tiempos, se puso firmes ante mí, transmutado en una Barcelona actual que se desnudaba para recordarme la vieja y triste historia de Nina.

González Iñárritu, lejos en lo literario de Galdós, pero cercano a su temática, recorre con la cámara una capa de la sociedad que a menudo ignoramos, que camina desapercibida junto a nosotros, mientras preferimos mirar para otro lado, y nos la muestra con toda su crudeza, aunque con alguna que otra exageración que ni pone ni quita veracidad a la historia. Un imponente Bardem sostiene el relato y encarna a una Nina actualizada, mostrando que el tiempo se detiene para los miserables, los que no tienen nada. No tener nada ahora o en el Madrid de Galdós es lo mismo, Nina y Uxbal sobreviven en la pobreza más cruel y lo único que nos deja sostener la mirada sobre sus vidas hasta el final es la pequeña luz que inexplicablemente brilla en sus almas, hasta el momento de su muerte.

Al salir del cine ya no pude poner distancia con el relato, la Barcelona que muestra la película es actual y sus historias se repiten, con mayor o menor crudeza, a lo largo de toda España, una España que ahora ha perdido la esperanza, que se ve relegada del panorama internacional y que ha pasado de ser una de las naciones más admiradas por su dinamismo a ser vista como el enfermo que hay que vigilar y, quién sabe, rescatar.

No podemos seguir mirando para otro lado, a nuestro alrededor hay mucha gente que sufre. Los problemas del Madrid del final del XIX reviven en el siglo XXI, como si todo el recorrido por el siglo XX hubiera sido tiempo perdido. Es momento de ponernos a trabajar, de aportar cada uno desde su lugar lo que pueda, de dejarnos de trifulcas inútiles que no aportan nada, de mirar de frente a la década que estrenamos, para afrontar los problemas de cara y remar todos en la misma dirección, sólo así podremos empezar a dejar atrás el lastre que nos hace embarrancar para empezar a navegar hacia el horizonte que ya nos vamos mereciendo.





Next Post Previous Post
No Comment
Add Comment
comment url