Retórica o razón

Vivimos tiempos difíciles, y no es una frase hecha, es más, quizá me quede corto y haya caído en la tentación retórica de emplear el eufemismo para referirme a la situación catastrófica que padecemos, por no perder la esperanza que da no mirar de frente al abismo. Y no soy el único, a mi alrededor observo como la retórica se yergue altiva en un mundo sin soluciones, como salvavidas de ingenuos que no quieren aceptar su destino, huérfanos de gobiernos que respondan eficazmente a los problemas. Son tiempos de confusión y propaganda, donde los que dominan el adínaton y la hipérbole o adornan con epítetos su discurso, consiguen navegar sobre la desdicha ajena, ajenos ellos mismos a la misma —si, ya me doy cuenta, de nuevo caigo en la tentación y he incurrido en aliteración—.

Importa más el énfasis que el mensaje, se trata de ocultar la falta de alternativa con ruido, de hacer que el amargo brebaje se cuele por el esófago mientras distraídos nos defendemos de un enemigo imaginario. ¿Quién se acuerda de los millones de personas, no ya desempleadas (otro eufemismo) sino completamente desamparadas y sin recursos, que crecen en número día a día en España, ante un buen conflicto con los controladores aéreos? ¿Quién ha de preguntar por la desaparición del subsidio de desempleo o la bajada de las pensiones ante un buen circo de deporte y especialidades farmacéuticas dopantes? —Otra vez caigo en el eufemismo, debí decir de sexo y drogas—.

El filósofo D. Leonardo Polo afirma que “los políticos suelen usarla (la retórica) porque desconfían de la capacidad racional de los que escuchan sus discursos –ya sabemos que la retórica apela más a los sentimientos que a la razón—”. En resumidas cuentas, lo que D. Leonardo quiere decir es que los políticos nos toman por tontos y lo peor es que están convencidos de que lo somos. El gobierno ya no trata de convencernos, han descubierto que es más fácil vencernos apelando a nuestras emociones, cuando no directamente a nuestros más bajos instintos, para enardecer así a las masas y dirigir el voto a sus intereses personales, no importa cuál sea el precio. Esa ralea de políticos no aspira a gobernar, sino simple y llanamente a sobrevivir en el gobierno. Es lamentable el espectáculo de un régimen tambaleante, indeciso, fútil y a merced de los vientos de la tempestad, como un paquebote a la deriva, sin arboladura y con la derrota huérfana de timonel.

Echo de menos los tiempos en que tenía la suerte de escuchar con cierta frecuencia a D. Leonardo, argumentando una idea desde múltiples enfoques, guiando con paciencia y amabilidad a los que le escuchábamos por los caminos de la razón, hasta coronar la cumbre, el momento en el que se descubría la conclusión, que casi siempre venía precedido por una licencia nada retórica, justo antes de alcanzar el clímax argumentativo, exclamaba —¡coño! —, y a continuación mostraba con toda claridad la conclusión indiscutible de su argumentación. Era un momento esperado y aplaudido, el triunfo de la razón precedido de una pequeña artimaña para captar la atención sobre el inminente final.

Hoy es difícil encontrar un foro en el que se pueda gozar de una verdadera dialéctica, de un hilo argumental sólido, libre de inútil retórica; hoy ya no nos quieren decir nada, no nos quieren convencer, simplemente quieren que seamos un rebaño silencioso, dócil y sumiso a la propaganda gubernamental. Donde esté una buena retórica, que se quite cualquier razón. No sé, quizá debiéramos oponer cierta resistencia, ¿no les parece?

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1 Comments
  • Javier López-Escobar
    Javier López-Escobar 16 de diciembre de 2010, 10:08

    ADÍNATON
    (Del gr. adunatos, 'imposible de hacer'.)
    Figura de carácter lógico cercana a la hipérbole consistente en la enumeración de hechos imposibles. Como mecanismo para generar atmósferas irreales se relaciona con el ámbito de lo fantástico y con el tópico retórico de el mundo al revés.

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