Menú del día
Si uno quiere pulsar la salud económica de una nación puede acudir a múltiples indicadores, algunos expresados en siglas, P.I.B., I.P.C., etc. y otros mediante complejos circunloquios, como los que hoy pone en boca de la Ministra de Economía un diario de tirada nacional: “la mejora de la confianza en España y Alemania por encima de la media del resto de países de la UE demuestra que se va por el buen camino…tendencia de aproximación progresiva a las cifras mensuales de periodos anteriores a la crisis”. Lo cierto es que los ciudadanos de a pie, los que pisan las aceras a diario, los “acereros”, no necesitan de complejas explicaciones académicas que traten de convencerles de que ahora nos va de cine y que mañana nos va a ir mucho mejor, saben que las cosas están mal; es suficiente acudir al bar de la esquina y seguir la cotización del “menú del día” para que nos demos cuenta de que lo que están haciendo los responsables de sacar España adelante no da fruto.
En países como el nuestro, décima potencia mundial, los “acereros” podemos permitirnos el lujo de alimentarnos diariamente al menos tres veces y, ni siquiera cuando estamos lejos de nuestro domicilio, renunciamos a esa costumbre; buscamos un lugar que nos seduzca por su apariencia, leemos atentamente la oferta culinaria con la que, bajo el título de “menú del día”, tratan de tentarnos: tres o cuatro platos de primero, otros tantos segundos, postre, pan, agua, vino y hasta café; y entramos en el que mejor nos parezca a satisfacer nuestro apetito, un lujo al alcance de cualquier burgués de clase media del primer mundo, al menos hasta ahora.
Antes de que se hablara de crisis, los precios de esa pitanza cotidiana rondaban los 12 euros y en ocasiones era difícil encontrar mesa, pues quienes por necesidad habían de comer fuera de casa competían con aquellos que lo hacían por ocio. Hoy, al repasar los cartelones que, silueteados como un orondo cocinero, se asoman a las aceras para atraer al comensal dubitativo, veo que los precios rondan los 9 euros y observo que los comedores están vacíos. Si no fuera porque en Segovia tenemos, de momento, el turismo asegurado los fines de semana, puentes y vacaciones, gracias a la buena idea que tuvieron los romanos de hacerse traer el agua del quinto pino, haciendo filigranas con la piedra, "Ceniza en vilo" en palabras de Luis Martín G. Marcos, para establecerse en una roca con vistas, que generaciones sucesivas ornaron con otros monumentos no menos atractivos, nos tendríamos que comer los mocos.
Publican los medios que la cifra de parados en España se incrementó en 61.083 personas en agosto, ante lo que Elena Salgado ha declarado que “es un mes de caída del empleo y en ese sentido es un dato que no es malo”, conclusión a la que llega haciendo un complejo encaje de bolillos con las cifras de años anteriores, tratando de disfrazar la realidad y de marear la perdiz, con la esperanza de que los ciudadanos se traguen la píldora sin enterarse. Puede que a un habitante de la capital de España, sesenta mil personas le parezcan pocas, es poco más de la mitad del aforo del Santiago Bernabéu antes de la última remodelación, pero en Segovia sabemos que son cinco mil personas más que todas las que viven en nuestra ciudad y eso es una barbaridad.
Hay mucha gente en España que hoy pasa dificultades para poder comer, no ya tres veces al día, sino una sola vez, y que si es fuera de casa, será en un comedor de Cáritas. Según esta organización, un 22,7% de la población española vive ya bajo el umbral de la pobreza, un 19,6% sufre lo que se llama pobreza moderada, con unos ingresos anuales por persona de unos 6.000 euros, y el 3,1% restante vive una pobreza extrema, con menos de 3.000 euros al año. Los comedores de Cáritas se llenan y los bares, por mucho esfuerzo que hagan ajustando el precio del menú del día, se vacían, esa es la realidad y de eso no habla la Sra. Ministra.
En países como el nuestro, décima potencia mundial, los “acereros” podemos permitirnos el lujo de alimentarnos diariamente al menos tres veces y, ni siquiera cuando estamos lejos de nuestro domicilio, renunciamos a esa costumbre; buscamos un lugar que nos seduzca por su apariencia, leemos atentamente la oferta culinaria con la que, bajo el título de “menú del día”, tratan de tentarnos: tres o cuatro platos de primero, otros tantos segundos, postre, pan, agua, vino y hasta café; y entramos en el que mejor nos parezca a satisfacer nuestro apetito, un lujo al alcance de cualquier burgués de clase media del primer mundo, al menos hasta ahora.
Antes de que se hablara de crisis, los precios de esa pitanza cotidiana rondaban los 12 euros y en ocasiones era difícil encontrar mesa, pues quienes por necesidad habían de comer fuera de casa competían con aquellos que lo hacían por ocio. Hoy, al repasar los cartelones que, silueteados como un orondo cocinero, se asoman a las aceras para atraer al comensal dubitativo, veo que los precios rondan los 9 euros y observo que los comedores están vacíos. Si no fuera porque en Segovia tenemos, de momento, el turismo asegurado los fines de semana, puentes y vacaciones, gracias a la buena idea que tuvieron los romanos de hacerse traer el agua del quinto pino, haciendo filigranas con la piedra, "Ceniza en vilo" en palabras de Luis Martín G. Marcos, para establecerse en una roca con vistas, que generaciones sucesivas ornaron con otros monumentos no menos atractivos, nos tendríamos que comer los mocos.
Publican los medios que la cifra de parados en España se incrementó en 61.083 personas en agosto, ante lo que Elena Salgado ha declarado que “es un mes de caída del empleo y en ese sentido es un dato que no es malo”, conclusión a la que llega haciendo un complejo encaje de bolillos con las cifras de años anteriores, tratando de disfrazar la realidad y de marear la perdiz, con la esperanza de que los ciudadanos se traguen la píldora sin enterarse. Puede que a un habitante de la capital de España, sesenta mil personas le parezcan pocas, es poco más de la mitad del aforo del Santiago Bernabéu antes de la última remodelación, pero en Segovia sabemos que son cinco mil personas más que todas las que viven en nuestra ciudad y eso es una barbaridad.
Hay mucha gente en España que hoy pasa dificultades para poder comer, no ya tres veces al día, sino una sola vez, y que si es fuera de casa, será en un comedor de Cáritas. Según esta organización, un 22,7% de la población española vive ya bajo el umbral de la pobreza, un 19,6% sufre lo que se llama pobreza moderada, con unos ingresos anuales por persona de unos 6.000 euros, y el 3,1% restante vive una pobreza extrema, con menos de 3.000 euros al año. Los comedores de Cáritas se llenan y los bares, por mucho esfuerzo que hagan ajustando el precio del menú del día, se vacían, esa es la realidad y de eso no habla la Sra. Ministra.