De políticos y gentes honradas

Si hay algo que todos sabemos es que la voluntad humana es frágil y sucumbimos cotidianamente ante múltiples tentaciones, aunque la mayoría tenemos bastante clara la linde entre lo que puede considerarse una debilidad y una deshonestidad, vamos, que sabemos perfectamente que no es lo mismo caer en la tentación de comer otro bombón, sabiendo que no nos conviene, que meter la mano en la caja común para provecho propio.

No nos afecta igual enterarnos de que un vecino del barrio ha sido detenido por atracar una farmacia que saber que un teniente de alcalde del pueblo vecino se ha fugado a Brasil con el dinero obtenido de sobornos por recalificaciones urbanísticas. Escuché hace tiempo de boca de un sacerdote que un “cura puede irse solo al Cielo, pero nunca se irá solo al Infierno”, y se dice en un antiguo compendio de moral que “el que aconseja a cuatro personas el hurtar, comete ocho pecados, cuatro de escándalo, y cuatro de hurto”. El pecado de escándalo tiene una consecuencia inmediata, quienes lo padecen desconfían inmediatamente no sólo del pecador, sino del gremio del que cometió el pecado. Un juez, un sacerdote, un maestro, un médico o un político han de ser honestos y deben no sólo serlo sino que, como la mujer del César, han de parecerlo.

La actual abundancia de escándalos que sacuden la política, la Iglesia y la judicatura no constituyen un fenómeno moderno, hace ya muchos siglos que venimos padeciendo la corrupción de aquellos a quienes confiamos la salud de nuestros cuerpos y nuestras almas, el gobierno y nuestras haciendas. Hablé de ello en un escrito titulado "latro Balbe" y para muestra otro botón, les invito a investigar el caso de Diego Hurtado de Mendoza, alcalde de Badajoz de finales del siglo XVI, juzgado en 1597 meter la mano en la caja municipal.

Ya empezamos a estar cansados de tanto mangoneo, necesitamos soluciones que al menos reduzcan la posibilidad de sufrir nuevos latrocinios, alejando a los corruptibles de la tentación. No es fácil impedir que un sinvergüenza apruebe una oposición y obtenga una plaza de maestro, médico o juez, y no parece que la sociedad civil tenga muchas posibilidades de enmendar la plana a la Iglesia sobre sus asuntos internos, pero sí podemos remediar en gran medida los males de la política, eso sí está a nuestro alcance; hay muchas propuestas para poner fin a estos continuos escándalos que tienen a casi 800 políticos de todo el espectro público español encausados por diferentes acusaciones de corrupción, algunos recomiendan reformas legislativas y normativas para apartar de la seducción del enriquecimiento fácil a los electos, y otros promueven la creación de severos sistemas de vigilancia de los patrimonios personales de cualquiera al que se le confíe un cargo público.

Personalmente desconfió de la capacidad que pueden tener las leyes y normas para atajar el problema porque creo que en España sufrimos una grave inflación de legislación y normativa, lo que impide en muchas ocasiones, no ya que se evite el crimen, sino que hace que éste sea muy difícil de juzgar y, en muchos casos, la acción de la justicia se hace insufriblemente lenta. No propongo que dejemos de legislar, no tengo la preparación necesaria como para recomendar semejante cosa, pero sí estoy convencido de que si los partidos políticos se llenan de honrada gente corriente, los pocos políticos indecentes que queden se ahogarán entre las personas decentes, que son mayoría, hasta desaparecer; eso sí podemos hacerlo entre todos.

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2 Comments
  • Javier (otro Javier)
    Javier (otro Javier) 14 de abril de 2010, 16:17

    Muy buena reflexión. La solución que apuntas es, quizá, la mejor de las posibles.

  • Javier López-Escobar
    Javier López-Escobar 7 de marzo de 2021, 19:23

    gracias Javier (otro Javier) :)

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