Parole, parole, parole
Mina y Alberto Lupo hicieron mundialmente famosa una canción llamada “Parole, parole, parole”, de la que todos hemos tarareado alguna vez el estribillo y sin embargo casi ninguno, yo al menos no, conocemos la letra; pero no importa lo que el autor quisiera expresar en la prosa envuelta por aquella melodía, se ha terminado convirtiendo en un cliché útil a la hora de describir los discursos llenos de palabrería que, aún elegantes en su retórica, se muestran vacíos de contenido.
Una y otra vez escuchamos palabras de boca de los líderes del partido en el gobierno con la oferta de la tierra prometida, mientras la realidad se empeña en llevarles la contraria. El presidente del gobierno, sin que se le menee un cabello de la cabeza, se asoma a la tribuna y nos explica que no estamos peor que hace seis meses, mientras debe modificar un presupuesto inviable recién aprobado a causa de un déficit disparado, y que también defendió con palabras y más palabras para conseguir su aprobación en el congreso.
Puede que el brillo de las armaduras de los soldados y los destellos de los espejuelos y de la bisutería brindada por aquellos, encandilara a los primitivos moradores de las antiguas colonias, pero ninguna ilusión soporta el paso del tiempo, cuando los hechos tozudos se empeñan en contradecir la promesa. Resulta muy fácil hacer soflamas para enardecer las almas con ofertas de futura prosperidad, pleno empleo y estado del bienestar en una sociedad ideal, plena de derechos sociales, pero la llama de la esperanza se apaga rápidamente si no hay cera que la sustente.
Si las palabras no son seguidas por los hechos, tarde o temprano se pierden en el olvido, llevadas por el viento, ese viento al que la tierra pertenece, hasta su extinción. La simple repetición de promesas y lemas no sólo no reaviva el fuego, sino que termina por congelar hasta los corazones de quienes ya no escuchan más que su propia agonía y sus sonidos se clavan como alfileres en la piel de los que sufren las consecuencias de los actos de quienes les gobiernan.
Se pregunta un destacado miembro del Partido Socialista ¿Cómo se compagina la reducción en las pensiones con las promesas reiteradas hasta la náusea según las cuales el gobierno no tocaría jamás los derechos sociales? Y la secretaria de organización del PSOE, Leire Pajín, contesta que “no toleraré que digan que el gobierno recortará los derechos sociales (…) recortar derechos sociales sería que los que hoy están trabajando y cotizando, cuando lleguen a la edad de jubilación, no tuvieran una pensión digna porque los socialistas, no han hecho los deberes", ahí queda eso, palabras, palabras, palabras. ¿Podemos decir que los más de cuatro millones de parados son la consecuencia de que el gobierno no hiciera los deberes?, la respuesta me parece evidente y más cuando el parlamento en pleno, salvo la parte secuestrada por las siglas que sostienen al gobierno, le ha recordado al presidente hasta la saciedad los deberes que debía hacer para evitar la situación que ahora padecemos.
Al rendir cuentas de lo hecho en 2009, la misma Leire Pajín, nos cuenta que “en este año hemos aprendido lecciones muy duras, como que definitivamente, era muy peligroso jugarnos toda nuestra economía a una sola carta, el ladrillo (...) Que el cambio climático no era una tontería de la que reírse, sino que ignorarlo podría tener consecuencias desastrosas”. Palabras y más palabras para desviar la atención y culpar al maestro armero.
En ese balance de 2009, Rodríguez Zapatero nos ofrece más palabras: “vamos a pasar de la recesión a la recuperación que se confirmará en 2010 (…) La recuperación se confirmará en 2010, sólo falta que esa recuperación sea lo suficientemente vigorosa para que cree empleo, algo que ocurrirá en la parte final del año”. ¿Conseguirá esta vez pasar de las musas al teatro o seguiremos cantando "Parole, parole, parole, parole, parole, soltanto parole, parole tra noi"?
Una y otra vez escuchamos palabras de boca de los líderes del partido en el gobierno con la oferta de la tierra prometida, mientras la realidad se empeña en llevarles la contraria. El presidente del gobierno, sin que se le menee un cabello de la cabeza, se asoma a la tribuna y nos explica que no estamos peor que hace seis meses, mientras debe modificar un presupuesto inviable recién aprobado a causa de un déficit disparado, y que también defendió con palabras y más palabras para conseguir su aprobación en el congreso.
Puede que el brillo de las armaduras de los soldados y los destellos de los espejuelos y de la bisutería brindada por aquellos, encandilara a los primitivos moradores de las antiguas colonias, pero ninguna ilusión soporta el paso del tiempo, cuando los hechos tozudos se empeñan en contradecir la promesa. Resulta muy fácil hacer soflamas para enardecer las almas con ofertas de futura prosperidad, pleno empleo y estado del bienestar en una sociedad ideal, plena de derechos sociales, pero la llama de la esperanza se apaga rápidamente si no hay cera que la sustente.
Si las palabras no son seguidas por los hechos, tarde o temprano se pierden en el olvido, llevadas por el viento, ese viento al que la tierra pertenece, hasta su extinción. La simple repetición de promesas y lemas no sólo no reaviva el fuego, sino que termina por congelar hasta los corazones de quienes ya no escuchan más que su propia agonía y sus sonidos se clavan como alfileres en la piel de los que sufren las consecuencias de los actos de quienes les gobiernan.
Se pregunta un destacado miembro del Partido Socialista ¿Cómo se compagina la reducción en las pensiones con las promesas reiteradas hasta la náusea según las cuales el gobierno no tocaría jamás los derechos sociales? Y la secretaria de organización del PSOE, Leire Pajín, contesta que “no toleraré que digan que el gobierno recortará los derechos sociales (…) recortar derechos sociales sería que los que hoy están trabajando y cotizando, cuando lleguen a la edad de jubilación, no tuvieran una pensión digna porque los socialistas, no han hecho los deberes", ahí queda eso, palabras, palabras, palabras. ¿Podemos decir que los más de cuatro millones de parados son la consecuencia de que el gobierno no hiciera los deberes?, la respuesta me parece evidente y más cuando el parlamento en pleno, salvo la parte secuestrada por las siglas que sostienen al gobierno, le ha recordado al presidente hasta la saciedad los deberes que debía hacer para evitar la situación que ahora padecemos.
Al rendir cuentas de lo hecho en 2009, la misma Leire Pajín, nos cuenta que “en este año hemos aprendido lecciones muy duras, como que definitivamente, era muy peligroso jugarnos toda nuestra economía a una sola carta, el ladrillo (...) Que el cambio climático no era una tontería de la que reírse, sino que ignorarlo podría tener consecuencias desastrosas”. Palabras y más palabras para desviar la atención y culpar al maestro armero.
En ese balance de 2009, Rodríguez Zapatero nos ofrece más palabras: “vamos a pasar de la recesión a la recuperación que se confirmará en 2010 (…) La recuperación se confirmará en 2010, sólo falta que esa recuperación sea lo suficientemente vigorosa para que cree empleo, algo que ocurrirá en la parte final del año”. ¿Conseguirá esta vez pasar de las musas al teatro o seguiremos cantando "Parole, parole, parole, parole, parole, soltanto parole, parole tra noi"?