Sentido común
Según la “Wikipedia”, el término sentido común describe las creencias o proposiciones que parecen, para la mayoría de la gente, como prudentes, siendo esta prudencia dependiente de unos valores de conciencia compartidos que, permiten dar forma a una familia, clan, pueblo y/o nación. La definición de este concepto, aparentemente sencillo y frecuentemente argumentado por cualquiera, está cuajada de términos de hondo calado, como prudencia, valores compartidos, conciencia, familia… términos que encuadran una suerte de utopía capaz de guiar, por sí misma, sin más normas ni leyes, el devenir de cualquier sociedad hacia un estado de mayor bienestar.
Parece que el periodista y político radical estadounidense Horace Greeley, director del New York Tribune, ya en el siglo XIX se dio cuenta de que, “el sentido común es muy poco común”. Desconozco en qué momento de su ajetreada vida acuñó este aforismo, que otros versionan como, “el sentido común es el menos común de los sentidos”, pero creo que muchos compartimos esta sentencia, a la vista del rumbo que viene tomando nuestra sociedad.
No es difícil encontrar a nuestro alrededor comportamientos imprudentes; el debate sobre cualquier valor, otrora compartido, es ahora moneda corriente, piénsese en la discusión suscitada por la Ministra de Igualdad sobre el ser vivo y el ser humano; los términos familia, pueblo o nación, de significado constante a lo largo de los siglos, se han relativizado hasta el punto de que resultan irreconocibles; Rodríguez Zapatero sentenció en su día “el concepto de Nación es relativo”. Todo se cuestiona, todo lo anterior se olvida o se anatemiza.
En este caldo de cultivo florecen con gran éxito, y alcanzan cuotas de poder, los ventajistas, chorizos, abusones, déspotas, demagogos, chantajistas, embaucadores, aprovechados y otros sujetos de baja estofa, dispuestos a extraer de la chistera un conejo tras otro para distraernos y sacar provecho de la debilidad social, para hacer crecer su corralito; sí, me refiero a la relación entre R.Z. y los nacionalistas... pero también a los de bigotes prominentes y adláteres.
Afortunadamente hay cada vez más voces que reclaman grandes pactos que propicien una restauración de valores sociales primordiales, como la educación, la convivencia, el trabajo honrado y el esfuerzo personal, el respeto a las minorías, a los diferentes, a la autoridad de los profesionales de la medicina y la enfermería, del profesorado… Valores que han de ser el sustento de una sociedad que avanza, que progresa y que ya tiene edad para dejar de perder el tiempo y la energía cuestionándose constantemente a sí misma.
Toda crisis económica, lo fue antes de valores y sólo desde unos valores básicos, compartidos por la mayoría, es posible construir de nuevo una sociedad sana, que mire al futuro con esperanza, que genere un impulso positivo creador de progreso, que nos permita superar esta crisis de valores, sobre la que ha germinado la crisis económica, que regenere el suelo para que, de verdad, crezcan brotes verdes, que se transformen en frondosos bosques que sujeten el terreno, para que nunca más otra crisis arrastre, con su riada de barro, nuestras vidas.
No es difícil, ya lo estábamos haciendo antes de que R.Z. y sus apóstoles se empeñaran predicarnos su nueva fe. ¡Basta de quiméricos profetas!, evacuemos del poder a esta casta de falsos evangelistas y dotémonos de un gobierno que piense en los problemas de todos los ciudadanos. ¡Un poco de sentido común, por favor!