Baborexia
No, no traten de buscar el término en ningún diccionario, ni siquiera en google encontrarán nada, hagan la prueba y obtendrán: “Su búsqueda - baborexia - no produjo ningún documento” o, si acaso, encontrarán este escrito. Se trata de un término recién inventado; siguiendo la tendencia patria de suplir la incultura propia con un poco de ingenio, me he permitido acuñar el término uniendo babor, "lado o costado izquierdo de la embarcación mirando de popa a proa" y el término griego orexis, "apetito". Vendría a significar literalmente hambre de virar a la izquierda y lo propongo para calificar lo que me parece un trastorno ideológico: la obsesión de actuar siempre de acuerdo con un pensamiento de izquierdas.
Las obsesiones que puede padecer el ser humano son tan variadas como le permita su imaginación, pero algunas de ellas deben considerarse enfermedades, por lo efectos que producen en la salud propia y/o ajena. De ningún modo defiendo la tesis de que ser de izquierdas implique estar enfermo, pero sí me parece peligroso serlo en cualquier circunstancia, en todo momento y, lo que es peor, pretender que todos los demás los seamos.
La izquierda, como fin en sí misma, como camino único, como cuerpo doctrinal, como auto de fe, al modo en que la plantean ZP y sus sacerdotisas progres, con sus motivos para creer, es, en el mejor de los casos, un camino a ninguna parte y, en el peor, un billete al fondo del océano.
Uno de los efectos más perniciosos de esta carrera alocada hacia babor es que se refuerza la idea de que quien no deriva al socialismo es un enemigo, o conmigo o contra mí. El socialista es bueno, los demás son fascistas, derecha rancia, malas personas que quieren oprimir al obrero, explotadores sin escrúpulos, corruptos insaciables, enemigos del progreso y de la paz. En palabras del profesor de Historia Héctor Ghiretti: “La derecha aparece originariamente como todo aquello excluido por la izquierda, sean ideas, hombres, instituciones o movimientos”.
Los baboréxicos están convencidos de que sólo desde la izquierda se tiene legitimidad para gobernar, de que son los únicos que pueden ocupar el poder y que, desde ese poder, todo lo que hacen es bueno, sea cual sea el resultado, pues si fracasan, la culpa siempre será de otros.
Ser socialista inmuniza contra la tentación más que la santidad, la momia de Lenin compite con ventaja sobre cualquier reliquia de santo incorrupto hasta el punto de que, en una interpretación social-romántica, el santo sería un seguidor equivocado no de Dios hecho Hombre, sino de un socialista judío adelantado a su tiempo.
La baborexia está tan extendida en la sociedad que consigue que quienes no la padecen se retraigan acomplejados, evitando opinar, escondiendo sus ideas, acomodándose en la corriente para no ser señalados, sintiéndose culpables por no seguir los dictados de la mayoría, apareciendo como los nuevos excluidos sociales, aplastados por sentencias lapidarias como “la salida de la crisis será socialista, o no será”.
España parece un país de extremos cuya sociedad se cansa pronto de vivir tranquila, parece necesitada de una religión que la empuje a las cruzadas para convertir al infiel, de un líder mesiánico que dirija sus pasos, no importa que se batan todos los records de destrucción de empleo, mientras muestre convicción.
Pero digo bien, sólo lo parece. Estoy convencido de que si de algo somos capaces, es de sacudirnos la presión de los falsos profetas y de volver a la senda del sentido común, porque sabemos que fuera del socialismo también hay salvación.
La baborexia tiene cura, puede que el camino no sea fácil y que tardemos en salir de la enfermedad, pero terminará imponiéndose la razón sobre la fe (con minúscula) y volveremos a ser un país normal.