Paridad
Todo el mundo tiene, en asuntos estadísticos, al menos un par de ideas claras, que no necesariamente correctas. Nadie se extraña si afirmamos que el número de caras y cruces resultante de tirar cien veces una moneda al aire será aproximadamente de cincuenta en cada caso. Tampoco resulta raro pensar que además se producirá una alternancia constante en el suceso, de modo que a cada cara le sucederá una cruz y viceversa, hasta completar el cincuenta por ciento de unas y otras.
La primera idea es cierta, pero la segunda no lo es en absoluto. Los profesores de matemáticas suelen realizar una sencilla práctica para demostrarlo, dividen a sus alumnos en dos grupos separados y a uno le entregan una moneda, pidiéndole que realicen cien tiradas y anoten el resultado, mientras que al otro le piden que hagan lo mismo, pero sin moneda, imaginando lo que saldría en cada caso. Al término del experimento se ve que en ambos grupos el número de caras y cruces total se corresponde con lo esperado, aproximadamente el cincuenta por ciento de unas y otras, pero se produce una gran diferencia en la distribución resultante de los sucesos en cada grupo; así, en el grupo sin moneda, a cada cara le sucede una cruz y sólo de vez en cuando aparecen dos o tres caras o cruces seguidas, mientras que en el grupo con moneda suelen aparecer series monótonas de seis, siete, ocho... caras o cruces seguidas.
Las distribuciones de sucesos en la naturaleza funcionan así, como en el experimento con la moneda, aunque el resultado global tienda a la equidad, la idea de que las distribuciones son homogéneas es errónea y forzarla no mejora el resultado global.
El concepto de paridad, en el contexto de los foros políticos, expresa la idea de proporcionalidad representativa entre hombres y mujeres y promueve incrementar la participación femenina mediante cuotas de presencia estadística de mujeres en sectores en que se encuentren poco representadas, a juicio subjetivo del observador.
Las causas de la falta de mujeres en uno u otro sector son estructurales y deben ser atendidas en su raíz mediante la solución de los problemas que las originan.
El número de mujeres y hombres que ocupen puestos relevantes en una sociedad avanzada será proporcional al número total de hombres y mujeres que existea en esa sociedad pero, reduciendo el tamaño de la muestra observada, encontraremos normalmente grupos en los que exista una mayoría llamativa de mujeres u hombres. Serán, en cada caso, grupos compuestos por mujeres u hombres que hayan alcanzado individualmente ese puesto de acuerdo con su mérito y capacidad. El cuadro final no sufre por ello, seguirá siendo un paisaje no homogéneo, pero armonioso, en el que el cómputo global de hombres y mujeres responderá a sus proporciones reales, pero su distribución responderá a su verdadero valor, siempre que la igualdad de oportunidades esté garantizada.
Forzar la situación, imponer por ley la paridad, pensando que los casos menores han de distribuirse también al cincuenta por ciento, basándose en la segunda idea estadística errónea comentada, es contraproducente, no sólo por sustentarse en una premisa falsa, sino porque va en contra de la igualdad de oportunidades al privar al que más mérito y capacidad tenga de un puesto en favor de otro por razón de su sexo. Así, una ley que pretende evitar la discriminación, se convierte en un elemento distorsionador de la realidad cuyo resultado es una mayor discriminación.
Impedir a un grupo de mujeres, capaces y motivadas, formar una candidatura femenina en unas elecciones municipales o pretender imponer a un consejo de administración el número de hombres que pueden sentarse en la mesa de la sala de reuniones es, como mínimo, completamente inútil y en la mayoría de los casos empeorará las posibilidades de ese ayuntamiento o de esa empresa de alcanzar mayor calidad en su gestión.
Si nos preocupamos de lo que realmente importa, que es la garantía de las oportunidades de todos los ciudadanos, sea cual sea su condición sexual o racial o religiosa..., obtendremos una sociedad verdaderamente paritaria, en la que cada grupo estará representado por individuos que, independientemente de la condición sexual de los otros que le acompañen en su entorno próximo, ocuparán el puesto adecuado a su mérito y capacidad, por lo que la sociedad será, además de paritaria, más justa, moderna y estará mejor preparada para los retos del futuro.
Creo que éste es un debate que debe seguir vivo en la sociedad, en busca de mejores soluciones a un problema que, pensemos lo que pensemos, es real, las cifras que lo evidencian pueden verse, por ejemplo, en los estudios que el I.N.E. hace cada año. Aún perviven tics en nuestra cultura por los que muchos ciudadanos ven mermadas sus posibilidades de acceder al puesto que podría corresponderles, por alguna característica personal, que nada tiene que ver con su legítima aspiración.
Se trata simplemente de localizar y eliminar los obstáculos reales, no de luchar contra la estadística.
La primera idea es cierta, pero la segunda no lo es en absoluto. Los profesores de matemáticas suelen realizar una sencilla práctica para demostrarlo, dividen a sus alumnos en dos grupos separados y a uno le entregan una moneda, pidiéndole que realicen cien tiradas y anoten el resultado, mientras que al otro le piden que hagan lo mismo, pero sin moneda, imaginando lo que saldría en cada caso. Al término del experimento se ve que en ambos grupos el número de caras y cruces total se corresponde con lo esperado, aproximadamente el cincuenta por ciento de unas y otras, pero se produce una gran diferencia en la distribución resultante de los sucesos en cada grupo; así, en el grupo sin moneda, a cada cara le sucede una cruz y sólo de vez en cuando aparecen dos o tres caras o cruces seguidas, mientras que en el grupo con moneda suelen aparecer series monótonas de seis, siete, ocho... caras o cruces seguidas.
El concepto de paridad, en el contexto de los foros políticos, expresa la idea de proporcionalidad representativa entre hombres y mujeres y promueve incrementar la participación femenina mediante cuotas de presencia estadística de mujeres en sectores en que se encuentren poco representadas, a juicio subjetivo del observador.
Las causas de la falta de mujeres en uno u otro sector son estructurales y deben ser atendidas en su raíz mediante la solución de los problemas que las originan.
El número de mujeres y hombres que ocupen puestos relevantes en una sociedad avanzada será proporcional al número total de hombres y mujeres que existea en esa sociedad pero, reduciendo el tamaño de la muestra observada, encontraremos normalmente grupos en los que exista una mayoría llamativa de mujeres u hombres. Serán, en cada caso, grupos compuestos por mujeres u hombres que hayan alcanzado individualmente ese puesto de acuerdo con su mérito y capacidad. El cuadro final no sufre por ello, seguirá siendo un paisaje no homogéneo, pero armonioso, en el que el cómputo global de hombres y mujeres responderá a sus proporciones reales, pero su distribución responderá a su verdadero valor, siempre que la igualdad de oportunidades esté garantizada.
Forzar la situación, imponer por ley la paridad, pensando que los casos menores han de distribuirse también al cincuenta por ciento, basándose en la segunda idea estadística errónea comentada, es contraproducente, no sólo por sustentarse en una premisa falsa, sino porque va en contra de la igualdad de oportunidades al privar al que más mérito y capacidad tenga de un puesto en favor de otro por razón de su sexo. Así, una ley que pretende evitar la discriminación, se convierte en un elemento distorsionador de la realidad cuyo resultado es una mayor discriminación.
Impedir a un grupo de mujeres, capaces y motivadas, formar una candidatura femenina en unas elecciones municipales o pretender imponer a un consejo de administración el número de hombres que pueden sentarse en la mesa de la sala de reuniones es, como mínimo, completamente inútil y en la mayoría de los casos empeorará las posibilidades de ese ayuntamiento o de esa empresa de alcanzar mayor calidad en su gestión.
Si nos preocupamos de lo que realmente importa, que es la garantía de las oportunidades de todos los ciudadanos, sea cual sea su condición sexual o racial o religiosa..., obtendremos una sociedad verdaderamente paritaria, en la que cada grupo estará representado por individuos que, independientemente de la condición sexual de los otros que le acompañen en su entorno próximo, ocuparán el puesto adecuado a su mérito y capacidad, por lo que la sociedad será, además de paritaria, más justa, moderna y estará mejor preparada para los retos del futuro.
Creo que éste es un debate que debe seguir vivo en la sociedad, en busca de mejores soluciones a un problema que, pensemos lo que pensemos, es real, las cifras que lo evidencian pueden verse, por ejemplo, en los estudios que el I.N.E. hace cada año. Aún perviven tics en nuestra cultura por los que muchos ciudadanos ven mermadas sus posibilidades de acceder al puesto que podría corresponderles, por alguna característica personal, que nada tiene que ver con su legítima aspiración.
Se trata simplemente de localizar y eliminar los obstáculos reales, no de luchar contra la estadística.